Friday, January 16, 2009

Un movimiento de reforma dentro de la Iglesia

Un movimiento de reforma dentro de la Iglesia


Cuando Hace mas de 27 siglos, el inspirado profeta Joel, en base a la visión divina, se refirió al día de Dios, escribió: “Tocad trompeta en Sion, y dad alarma en mi santo monte; tiemblen todos los moradores de la tierra, porque viene el día de Jehová, porque esta cercano. Día de tinieblas y de oscuridad, día de nube y de sombra, que sobre los moradores de extiende como el alba” (Joel 2:1,2).
Si bien estas palabras tenían una aplicación histórica inmediata a los tiempos del Antiguo Testamento, cuando Israel había de ser invadido por un pueblo enemigo, la razón por la cual fueron preservadas es que se refieren particularmente al tiempo del fin, al “día de Jehová”, la víspera del regreso de Cristo a la tierra. El mensaje invita a tocar trompeta en Sion, o sea en la iglesia; a hacer cundir la alarma en el santo monte de Dios, o sea su pueblo; porque ocurrirán sucesos de tal magnitud que harían temblar a todos los moradores del mundo.

“Por eso pues, dice Jehová – sigue el profeta-, convertíos a mi con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestro vestido, y convertíos a Jehová vuestro Dios… Tocad trompeta en Sion, proclamad ayuno, convocad asamblea. Reunid al pueblo, santificad la reunión… Entre la entrada y el altar lloren los sacerdotes, ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová a tu pueblo” (vers. 12-17).

En vista de los tremendos acontecimientos que estarían por ocurrir en el “día de Jehová”, la iglesia debía ser despertada por una voz de alarma, y el pueblo debía ser llamado a lograr una conversión autentica, profunda, y de todo corazón. En otras palabras, debía efectuarse una reforma espiritual en el seno de la iglesia, en preparación para los grandiosos sucesos del fin.
No hay duda de que hemos llegado ya a la propia víspera de la hora suprema, y de que este llamado a una conversión genuina y a una reforma cabal de la vida de cada uno, debe resonar por todos los ámbitos de Sion.
Tal es lo que hace años ha establecido, por autoridad divina, la sierva del Señor, en los siguientes párrafos inspirados:

Necesidad de la reforma

“Un reavivamiento de la verdadera piedad entre nosotros es la mayor y mas urgente de todas nuestras necesidades. El buscar esto debe ser nuestro primer trabajo [SG 53]. Debe haber un esfuerzo ferviente para obtener la bendición del Señor, no porque Dios no este dispuesto a otorgarnos su bendición, sino porque no estamos preparados para recibirla. Nuestro Padre celestial esta más dispuesto a dar su Espíritu Santo a los que se lo piden, que los padres terrenales a dar buenas dadivas a sus hijos. Pero constituye nuestra tarea, por medio de la confesión, la humillación, el arrepentimiento y la oración ferviente, el cumplir las condiciones en virtud de las cuales Dios ha prometido concedernos su bendición” (1 SM 121).
“El pueblo de Dios no soportará la prueba a menos que haya un reavivamiento y una reforma. El señor no admitirá en las mansiones que está preparando para los justos, una sola alma que sea presuntuosa” (7 T 285).
“Se necesita una reforma entre el pueblo de Dios, pero ésta debe comenzar su obra purificadora con los ministros” (1 T 469).
“Debe producirse una reforma en el pueblo de Dios” (MPJ 315)
“Debe realizarse un reavivamiento y una reforma bajo la ministracion del Espíritu Santo. Reavivamiento y reforma son dos cosas diferentes. El reavivamiento significa una renovación de la vida espiritual, una vivificación de los poderes de la mente y del corazón, una resurrección de la muerte espiritual. La reforma significa una reorganización, un cambio en las ideas y las teorías, en los hábitos y las practicas. La reforma no traerá los buenos frutos de la justicia a menos que éste vinculada con el reavivamiento del espíritu. El reavivamiento y la reforma han de realizar la obra señalada, y al hacer esta obra ambos deben combinarse” (Rh, febrero 25 de 1902), republicado en SC 53, 54).
“Me han impresionado profundamente las escenas que desfilaron últimamente delante de mi en las horas de la noche. Parecía que se realizaba en muchos lugares un gran movimiento, una obra de reavivamiento. Nuestro pueblo estrechaba sus filas en respuesta al llamamiento de Dios. Hermanos míos, el Señor nos esta hablando. ¿No escucharemos su voz? ¿No aderezaremos nuestras lámparas, para actuar como hombres que esperan la venida del Señor? El momento actual exige que llevemos la luz y actuemos” (JT 3: 441, 442).
“Antes que los juicios de Dios caigan finalmente sobre la tierra, habrá entre el pueblo del Señor un avivamiento de la piedad primitiva, cual no se ha visto nunca desde los tiempos apostólicos. El Espíritu y el poder de Dios serán derramados sobre sus hijos” (CS 517).

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